Libros por Doquier

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jueves, 26 de marzo de 2015

MUY PRONTO LLEGA...."El camino de la Felicidad"



Prólogo
Creí que sentiría dolor cuando perdiera a un ser querido, creí que dolería tanto que no podría respirar, y no les miento, sentí dolor, mucho dolor, pero lo que realmente no espere sentir era enojo, rabia, miedo, la necesidad de gritar y sobre todo un vacio que no me dejaba llorar.
El enojo era por ser tan estúpida, por no haber pasado más tiempo con ella, por no haberla escuchado más, por dejarla de lado, por no reír con ella, y no estar a su lado en el momento que se supone que tenía que estar.
La rabia porque ella no me escucho, yo se lo advertí, pero aun así no me hizo caso y pago las consecuencias.
Miedo por saber que no volvería a hablar con ella, y no podría pedirle disculpas como se merecía, por saber que me faltaría su risa, su alegría, sus llantos, sus consejos y todo aquello que siempre hacíamos juntas.
La necesidad de gritar que tuve en ese momento, todavía no me la explico.
Y el vacio… El vacio que me decía que me habían arrebatado algo, una parte de mi corazón y de mi alma.
Pero nada de eso cambiaria las cosas.
Me habían arrebatado a mi hermana más pequeña y nada ni nadie me la devolverían.
Nada se comparaba con este dolor.
Nada.

"El Misterio de la Suerte"



Capitulo 5
Al salir a la calle me siento libre, libre de tanta presión. Ojalá me llamen.
Miro la hora en el celular de la prehistoria, es un Samsung GT – B3410. Son las 11:45 de la mañana, todavía es temprano para ir a trabajar en la tienda, iré a dar una vuelta en la moto para conocer un poco Londres, luego almorzare algo. Aquí no acostumbran a almorzar, pero todavía no me adapto.
 La moto la guarde en un estacionamiento a 3 cuadras de aquí, asique aprovecho a mirar tiendas que voy pasando en el camino. Me detengo en una que tiene un vestido negro, con lentejuelas en la vidriera,  es como los que me gustan a mí.
Entro en la tienda y pido probármelo. Me atiende una chica, que no debe ser más grande que yo, que se llama Lucía.
 Cuando me lo pongo, me queda perfecto, es entallado al cuerpo, la parte de adelante tiene lentejuelas negras y atrás es liso, es cortito y con cola, es sin mangas.
Me encanta.
Veo el precio y casi me da un infarto, sale dos mil quinientos dólares. Es mi sueldo completo. Al ser nueva, me pagan poco.
Me llama Lucía y me pide que le muestre como me queda. Cuando se lo muestro se queda impresionada.
-        ¿Se lo lleva? –
-        Mmm… No, no tengo la plata. Pero cuando la junte, prometo comprármelo. – Le digo sonriéndole
-        Entonces, se lo guardo –
-        No, está bien. No creo que junte la plata muy pronto-
-        No se preocupe, se lo guardo hasta 2 meses, será nuestro secreto
-         Muchísimas gracias Lucía, eres una chica muy dulce. –
Me cambio y le doy el vestido a Lucía, que ella me asegura que me lo va a guardar, yo se lo agradezco y me voy.
Al llegar donde está la moto, me quedo ahí, parada, mirándola, volviendo al pasado. Si tan solo pudiera volver el tiempo atrás y evitar el accidente, evitar el dolor, evitar todo, lo haría, pero no se puede, nunca se podrá. Si fuera así, tendría a mi hermana viva.
Algún día tendré que enfrentarme con los fantasmas del pasado, pero hoy no es ese día.
Me acerco a la moto y me pongo el casco, desde que paso el accidente, no eh dejado de usarlo. Me subo y de repente me siento observada, miro a todos lados y veo la razón. Unos metros más allá, un hombre sobre una moto me está mirando. No puedo verle la cara porque tiene un casco con vidrio oscuro, pero se nota que es un hombre grande y fornido.
Dejo de mirarlo porque me da miedo, arranco la moto y me voy. Deben ser ideas mías, pero pareciera que me siguiera. ¡Dios! Hoy ha sido un día de locos y recién empieza.

Estoy en medio del puente de Londres comiendo un sándwich, la vista es hermosa, muy bella.
Cuando tenía dieciséis años y mi hermana seis, hicimos una lista con cosas ridículas que nos gustaría hacer de grandes y uno de ellos era comer un sándwich en el puente de Londres y contar chistes tratando de no reírnos para que no se nos escapara la comida.
Yo lo estoy cumpliendo excepto por la parte de contar chistes, porque no tengo a nadie a quien contarle, me falta ella.
Lágrimas caen por mi cara como una cascada, no puedo detenerlas.
La extraño tanto.
Algún día cumpliré todos los sueños que teníamos en esa lista. Lo haré, por ella.
Después de unos minutos de desahogarme, me seco las lágrimas y me coloco el casco, he dado vueltas por el centro de Londres durante dos horas y media, no me aleje mucho del lugar donde trabajo por miedo a perderme.
Es hora de ir a trabajar.
Son las dos y media de la tarde y entro en media hora, hoy adelanto una hora para pasar más tiempo con mi amiga esta tarde.
Bien, he llegado a horario.
El local es chico, al entrar te encuentras a 5 metros del mostrador y detrás del mostrador esta el depósito que se entra con huella digital, tenemos 3 cambiadores que están del lado derecho del mostrador, y pasillos de ropa del lado izquierdo.
Al entrar me encuentro con Mónica, mi jefa, que está con un cliente.
-          Perdone señor, deme unos segundos… - le dice al cliente – Hola Emilie, ven, te necesito. – me dice en castellano mientras me lleva al depósito – Necesito que guardes el pedido que ha llegado. –
-          Si, por supuesto. – le respondo y ella se va dejándome con un montón de cajas, diría que 40 por lo menos.
Mónica sabe que me cuesta hablar el inglés y gracias a dios ella habla algo de castellano, aunque no tanto pero a veces la ayudo.
Al cabo de una hora entra Mónica.
-          Emilie, necesito que atiendas un cliente muy importante. – Me dice muy seria.
-          Claro, pero todavía no he terminado. –
-          No te preocupes, Samanta lo hará por ti. – me dice con ímpetu. Samanta es la otra empleada que trabaja desde hace 3 años. – De verdad necesito que lo atiendas, pero hazlo con respeto es un importante empresario, no puedo decirte quién es. –
¡Uau! Mónica parece nerviosa y asustada, el empresario debe ser muy importante.
-          No hay problema, pero Mónica acuérdate que no puedo hablar muy bien el inglés, puedo llegar a decirle algo malo equivocadamente y no me daré cuenta. – Le digo preocupada.
-          No te hagas problema, creo que él habla algo de castellano, cualquier cosa le preguntas y ya. – Me dice nerviosa – Ahora vete que está esperando, está en el vestidor número tres. – me va hablando mientras me va empujando.
Salgo disparada, literalmente, al vestidor número tres.
Al llegar me encuentro con un hombre alto, debe medir 1,90, de espalda ancha y en bata.
¡Madre mía!
Gracias a dios que está de espaldas a mí, porque si viera mi cara de boba seguro se reiría o se sentiría muy incómodo.
Como puedo, trato de hablar y en inglés.
-          Disculpe, señor… - le digo y se da la vuelta con rapidez.
¡Oh por dios! ¡Tiene ojos color lila! No sabía que había ese color en ojos y debo decir que es impresionante.
Examino un poco su rostro.
Su pelo es de color negro, un negro azabache y su boca, oh que linda boca, tiene unos labios increíbles, ni muy gruesos, ni muy finos. Perfectos para besar.
Pero dios que me pasa, yo no soy de esas, que piensan en nada más que acostarse con estos tipos.
 Soy una chica bien educada, que sabe que estos hombres son peligrosos, por mala experiencia debo decir.
-          Jeason… Mi nombre es Jeason. – dice tendiéndome la mano.
Y me doy cuenta que no me ha dicho su apellido, sino su nombre. Yo no me presentaría con mi nombre sino sé quién es la otra persona. O a lo mejor me ha dicho su apellido y yo creo que es el nombre. Mmm… tendré que averiguarlo.
-          ¿Está todo bien? – me pregunta al ver que no me he movido, ni dicho nada.
-          Si, disculpe – Le digo tendiéndole la mano, agarro la suya y me arrepiento.
 Es impresionante, electricidad corre por mi mano, nunca había sentido esta conexión antes. Bueno en realidad, sí, y no termino bien esa historia. La suelto enseguida.
-           ¿En serio se encuentra bien? Parece asustada. –
-          No, no. Es solo que me sorprende que me haya dicho su nombre y no su apellido. – le suelto. Lo miro a los ojos y me vuelvo a hipnotizar, entonces veo sus labios y parece… ¿Contento?
-          Me ha pillado – dice y se ríe. ¡Uau! Tiene una risa hermosa, pero algo me dice que no se ríe muy a menudo. – Es que la empresa de la que soy dueño lleva mi apellido, ya que antes era de mi padre, y no me gusta incomodar a la gente – Vaya, es sincero.
Me gusta.
-          Sí, lo entiendo – le respondo algo avergonzada – Solía pasarme. – Sonrío con pesar. Pero que me pasa, eh dicho más de lo que debería.
-          Vaya. ¿Y se puede saber por qué? –
-          ¡No! – Lo miro y me arrepiento por mi reacción – Lo siento, quiero decir que no, no puedo contarle, discúlpeme. –
Me mira un rato con esos ojos que parecen que pudieran leerme y saber todos mis secretos.
¿¡Pero qué me pasa!?
Estoy tarada.

-          No hay problema. ¿Y su nombre es…?- Y deja la pregunta en el aire
-           Emilie, me llamo Emilie – le digo mi segundo nombre, al igual que a todos los desconocidos.
Solo mis amigos y mi familia me llaman por mi primer nombre. Y él no va a ser la excepción.
-          Emilie – Prueba mi nombre y suena…carnal.
-          Dígame señor Jeason ¿Qué necesita? –
-          Bien, hoy solamente comprare un traje. Ah y una camisa. Es para una cena de negocios. ¿Usted que me recomendaría? –
¡Apa! Estoy en un problema, sé combinar ropa, pero trajes…Mmm, no, nunca lo eh intentado. ¿Qué le digo?
-          Dis... Discúlpeme señor Jeason pero nunca eh combinado o ayudado a probar trajes para ciertas ocasiones. – Le digo mirándolo a los ojos – Solo llevo trabajando unos 4 días aquí –
Espero que no se enoje.
Ese es el problema de trabajar con estos hombres, siempre son cambiantes.
¿Quién los entiende?
-          Muy bien, entonces practicara conmigo. Sere su… ¿Cómo llamarlo? Muñeco – Me dice abriendo los brazos
¿Me ha dicho que será mi muñeco?
Está loco.
-          Prometo no reírme, ni burlarme de usted. ¿Qué dice? –
Sip, realmente loco.
-          No me parce buena… -
-          No acepto un “No” por respuesta señorita Emilie. No perderá nada con intentarlo. – Me dice interrumpiéndome.
-          Solo si promete no decir nada respecto a mis elecciones –
-          Trato echo – Me dice tendiéndome la mano.
Mmm… No creo que deba agarrarla.
-          Excelente. – le respondo mirando su mano, y luego a sus ojos ignorando su mano – Iré a buscarle un traje – doy media vuelta y salgo del vestidor dejando al señor Jeason sorprendido por mi reacción.
Ni loca le vuelvo a dar la mano, no quiero que se dé cuenta de la sensación que me provoca.
Llego a la parte donde están los trajes y con mi mano derecha, recojo 3 de diferentes colores, uno de color negro, el otro de blanco, y el último de un gris claro.
Luego voy a la sección de camisas y las tomo con mi mano izquierda  elijo una de color blanco, otra de color salmón y la última de color gris.
Espero que alguna combine.
Bien, veamos qué le parecen al señor Jeason.
Cuando vuelvo y entro al vestidor, él está sentado con los codos sobre las rodillas, en una mano tiene el teléfono, por el cual está hablando, y la otra mano la tiene en la nuca.
Si lo conociera, diría que está preocupado y algo cansado.
-          …No, dile que el lunes a las 9… Si, y que él también esté… Dile que es una situación importante…Si, si, adiós. – Y cuelga
Levanta la mirada y me ve.
-           Señorita Emilie. – Suena sorprendido. – ¿Qué me ha traído? – Se levanta y se acerca.
No puedo dejar de mirarlo a los ojos.
-          Señor Jeason le he traído tres trajes de colores diferentes como podrá ver. –
Me está costando mucho hablar en inglés, y con los colores… Mmm, te la debo.
¿Pero cómo le pregunto?
¿Y si no habla en castellano cómo dijo Mónica?
Ya fue, se lo pregunto.
-          ¿Señor Jeason, usted por casualidad, sabe hablar en español? –
Listo, se lo pregunte.
¡Dios! Que nerviosa que me hace poner, es solo una pregunta.
-          Casualmente, si señorita Emilie, se hablar en español. ¿Por qué lo pregunta? – me dice levantando una ceja.
-          Es que…. Soy Argentina y me cuesta muchísimo hablar el inglés – le respondo en castellano.
-          ¡Vaya! Una Argentina, quién lo diría. – me responde en castellano. ¡Pero qué chulo! Me encanta como habla, pero también me da risa.
Y de repente me ataca la risa y no puedo parar.
El señor Jeason me mira incrédulo, debe pensar que me he escapado de un manicomio o algo parecido.
Pero después de unos segundo, el también se ríe.
Ya somos dos los locos.
-          Mi… Mil disculpas señor Jeason, es que… Es que suena muy diferente y la… Y la... - No puedo dejar de tartamudear, estoy muy tentada.
-          No se preocupe señorita Emilie, la verdad es que a mí también me dieron ganas de reírme cuando la escuche, pero sabía que sería un maleducado si lo hacía y que me insultaría, pero supe enseguida que no era inglesa.
Sus palabras caen como un balde de agua fría.
Me he reído de él y sé que lo he ofendido.
¡Mierda! Mónica me matara cuando se entere.
-          Oh, lo siento tanto. No pretendía ofenderlo, es que no pude contenerme. Por favor sepa disculparme, no se… -
-          Por favor señorita Emilie, no se disculpe. No me ha ofendido – Me dice sonriéndome – Me gusto mucho verla sonreír. Tiene una risa preciosa. – Lo último lo dice en un susurro.
-          Gracias. –  me sonrojo. Nadie me ha dicho antes que tengo una risa preciosa.
Lo miro a los ojos y veo que tiene las pupilas dilatadas y su mirada es tan cautivadora.
Respira onda y aparta su mirada.
-          Muy bien señorita Emilie, volvamos a los trajes y mientras podemos ir hablando de nuestras vidas, como por ejemplo, me gustaría saber de qué parte de Argentina es usted. – Me dice acercándose y tomando un traje de mi mano derecha, el gris claro.
Ah, no. Eso sí que no.
Si no comparto mi vida con mis tíos, menos lo voy a hacer con él.
Pero que descarado.
-          No comparto mi vida con desconocidos señor Jeason. – le digo alejándome de él y acercándome a colgar los trajes.
-          Técnicamente no soy un desconocido señorita Emilie –
Me doy vuelta y lo fulmino con la mirada.
-          No sé nada acerca de usted señor Jeason. Podría ser un millonario de una gran empresa, como dice usted, o un psicópata a punto de matarme. –
-          Nunca dije que era millonario señorita Emilie. – Me responde acercándose.
-          ¿Entonces qué es? ¿Un empresario pobre? – le levanto una ceja
-          No. Soy billonario señorita Emilie – Y mientras lo dice puedo ver que es  arrogante y creído.
-          Bueno pero también puede ser un psicópata –
-          Si, a lo mejor lo soy –
Me quedo helada y él se ríe.
-        Está jugando conmigo ¿Verdad? – le pregunto perpleja.
A lo mejor si es un psicópata después de todo.
-        Así es. No soy un Psicópata, o un maniático. Va, eso creo. – me responde con una sonrisa.
Y de repente me doy cuenta de que está a un paso de distancia.
Muy cerca para mi gusto.
-           Disculpe mi error señor Jeason. – le digo sarcásticamente.
Él no dice nada, en su lugar levanta una mano y me coloca un mechón, rebelde que se me salió de la colita, detrás de la oreja.
Él abre la boca y la vuelve a cerrar.
-          Necesitaría la camisa blanca señorita Emilie – me dice lo último tan cerca mío que puedo sentir su aliento rosando mis labios.
Debo alejarme, el es un hombre de treinta y pocos, y de seguro debe estar casado o debe tener una novia supermodelo. Vamos, lo típico.
“Y parece peligroso” me dice una vocecita en mi cabeza.
Recuerdos de mi ex vienen de repente a mi mente en segundos.
Doy un paso hacia atrás.
-          Pruébese el traje por favor. Oh, y la camisa blanca. Aquí se la dejo – le digo lo ultimo mientras le dejo la camisa en un sillón que hay en una esquina.
-          Sí, claro. Disculpe. – me responde dándose la vuelta.
-          Le dejo las otras camisetas aquí también. – le digo mientras me acerco a la puerta. – Estaré afuera. – salgo rápidamente.
Una vez que estoy afuera respiro hondo y apoyo mi espalda en la pared, al lado de la puerta.
Eso sí que fue intenso. Que nervios.
No debo acercarme a él, no debo acercarme a ningún hombre, ya no confío en ellos.
Hace mucho, antes de la tragedia (que les contare más adelante, porque seguramente se mueren de intriga), salí con un chico que era parecido al señor Jeason, alto, elegante, varonil, muy apuesto debo decir. Al principio, todo fue maravilloso. Al año de salir con él me mude a su departamento y estábamos felices, pero después de que yo cumpliera los 19, todo cambio…
-          ¿Señorita Emilie? – el señor Jeason me llama, asustándome, desde la puerta.
Me alejo de la pared y me acerco a la puerta del vestidor.
Al entrar, me quedo petrificada. Está de espaldas a mí y de frente al espejo.
Esta impresionante, se le marcan todos los músculos de la espalda y de los brazos.
-          ¿Cómo me queda? – me pregunta mirándome a través del espejo con una sonrisa. Sabe que le queda impresionante el muy arrogante.
Ja, hasta me salió un versito.
-          Le… le queda muy bien señor Jeason – le respondo tartamudeando y mirando sus ojos por el espejo.
Pero si hasta el habla me ha sacado.
-          Me alegro, me gusta mucho este color. –
Pff… a mi más. Me hace acordar a Christian Grey.
Se me cae la baba solo de pensar en ese bombonazo.
-          ¿Me ayudaría con el nudo de la corbata, señorita Emilie? – me dice levantando una ceja y con una sonrisa. Oh! ¿Lo está haciendo apropósito?
No sé si pueda estar cerca de él.
No puedo, se que entrare en pánico, siempre me pasa lo mismo.
Es muy atractivo pero no me confío, tiene algo en esa mirada que me dice ¡Peligro!
Mi antiguo novio también era muy atractivo y su mirada decía lo mismo, y nuestra historia no termino bien.
“Todavía no termina” me dice la voz en mi cabeza.
El dolor y el miedo que deje atrás hace unos meses, ha vuelto.
-          ¿Señorita Emilie, se encuentra bien? Esta muy pálida. – de repente lo tengo a unos centímetros de mí y me mira con ojos preocupados. No sé en qué momento se ha movido – ¿Emilie? – se acerca más y me toma la mano – Ven, siéntate. –
Y ese contacto es suficiente para recordar.
Recordar el dolor, la angustia, la rabia y el miedo.
-          ¡No! – le digo soltándome de su mano, y me mira asustado. Me doy cuenta de que es porque lo he gritado – No, estoy bien. Es que me he levantado algo descompuesta y no se me ha pasado, pero seguro que no es nada grave. – le digo más tranquila y me alejo un paso – lo ayudare con la corbata. –
Tengo que tranquilizarme y relajarme, es solamente un cliente.
“Si, un cliente que te coquetea y tu le respondes.”
La vocecita en mi cabeza ya me tiene harta.
Voy hasta el sillón que está al lado del espejo, y al lado del que está en la esquina, y recojo una corbata gris.
Cuando levanto la mirada, veo que me está mirando el culo. Hombres.
Me doy la vuelta para enfrentarlo y él alza la mirada.
Es hora de ponerle un alto a todo esto.
-          Señor Jeason, le agradecería que no me mirara la cola, porque sí, lo he pillado, y que se guarde sus comentarios y sus maneras de coquetear porque conmigo no funcionan. –
“Mentirosa” dice la vocecilla en mi cabeza.
-          Pero… -
-          Ah, y que también se mantenga alejado, a menos que yo me le acerque para hacer mi trabajo como corresponde – le interrumpo.
Me mira algo sorprendido, puedo decir.
-          Eh… ¿Señorita Emilie? En realidad estaba viendo que tiene algo colgando de su bolsillo izquierdo, parece un trapo. – dice acercándose.
¿Un trapo?
Agarro la corbata con la mano derecha y llevo mi mano izquierda detrás mío a la altura del bolsillo y efectivamente toco algo que parece un trapo.
Lo saco y lo miro, es algo negro con corazones rosas, no sé que puede ser.
Lo estiro y ¡Bum!
Es una de mis bombachas.
Y está limpia.
¡Oh por dios! Esto es demasiado vergonzoso.
Creo que estoy morada.
-          Vaya… Lindo color – me dice.